jueves, 26 de marzo de 2020

#YoMeQuedoEnCasa

Día 12 de confinamiento
20:34 horas
Ahora mismo me siento más un prisionero del tiempo que un prisionero del espacio. En unos tiempos oscuros en los que tener perro y tener salud son dos grandes lujos, puedo disfrutar de ambas cosas y acostumbrarme a la vida en casa porque siempre he sido muy de leer y allá donde haya libros y alguna que otra buena película yo seré feliz.
Ahora bien, las ilusiones han quedado congeladas y nadie sabe cuándo podrán volver a tener vida. Este mes de marzo Asly y yo decidimos emprender y gestionar un negocio, el Café-Bar Hawaii (junto a la parada de metro de Villarejo), que necesitaba tiempo y cariño para dar buenos frutos. Nada de eso le podemos otorgar. Abrimos la persiana durante 12 días y después llegó la hora de la responsabilidad, de cerrar antes de que el presidente del Gobierno de España lo ordenara hasta Dios sabe cuando. Sigo ejerciendo de periodista y, a pesar de ello, no encuentro una palabra precisa para explicar tantos sentimientos encontrados. El diccionario vacila y dependiendo de la hora o del día en cuestión me dejo mecer por definiciones tan dispares como ruina económica, relax obligado o esperanza.
Son tiempos extraños, en los que lavarse las manos o quedarse en casa son actos heroicos; aunque nosotros, todos los que estamos respetando el confinamiento porque sabemos que es la manera más rápida de volver a besar y a abrazar a nuestros seres queridos, no seremos los superhéroes de esta función. Quizá seamos pequeños héroes anónimos, como aquella persona que sin conocerte te sonríe en el metro o como aquel que te avisa de que se te ha caído la cartera y con su generosidad te ahorra el mayor disgusto del mes. Pero cuidado con la egolatría y con la vanidad, que son malas compañeras de baile. Los superhéroes, los verdaderos soldados que ahora mismo pelean en el campo de batalla contra un enemigo invisible e implacable, son los médicos y enfermeros que ponen su tiempo y su salud al servicio de todos, que salvan vidas a diario a pesar de que existe el riesgo de que la que llegue a su fin sea la suya. No ven a sus familias, no comen a su hora ni tienen tiempo para pararse a pensar si los Juegos Olímpicos estarán mejor ubicados en el 2020 o en el 2021. Para ellos es nuestro aplauso diario a las 20:00 horas CON TODO EL MERECIMIENTO DEL MUNDO. Será bueno no olvidarlo cuando acabe esta crisis.
Mientras llega ese momento queda la angustia de no saber cuando acabará esta pesadilla, en la que las cifras que ofrece la TV rara vez son buenas y en la que salir a la calle viene a ser como un gesto de traición a la patria. Este martes tuve que hacerlo. Cogí mi moto por un motivo de fuerza mayor y regresé a casa con Asly y con Chester lo más rápido que pude. Me sentí observado, vigilado, como si estuviera cometiendo un acto vandálico aunque mi viaje de Armilla a Granada estuviese perfectamente justificado. Son tiempos de psicosis. De incertidumbres. De calles vacías, cines cerrados y conciertos cancelados. El sol saldrá de nuevo, pero antes deberemos demostrar nuestra fortaleza y dejar que fluya la solidaridad. Porque solo dando lo mejor de nosotros mismos ayudaremos a solucionar un drama que no hemos creado, pero que nos tiene atrapados. Quedémonos en casa. Prescindamos de cualquier salida innecesaria y guardemos nuestras muestras de cariño unos pocos días más. Cuidemos lo que es nuestro, disfrutemos de la cultura que tenemos por casa y seguro que más pronto que tarde podremos volver a abrir el Whatsapp para escribirnos aquello de "a la tarde nos vemos, que tengo muchas cosas que contarte antes de llegar a... [añadir aquí tu lugar favorito]".

No hay comentarios: